Un montacargas mal elegido puede convertirse en el cuello de botella de tu operación. Y, aunque suene exagerado, sucede más seguido de lo que imaginas. Elegir un equipo sin considerar factores como el tipo de carga, la altura de elevación o las condiciones del piso puede traer consecuencias operativas y económicas.
Por ejemplo, un modelo con ruedas inadecuadas para el tipo de terreno reduce la tracción y el rendimiento. Un equipo con batería insuficiente puede no cubrir la jornada completa. O uno sin buena visibilidad puede comprometer la seguridad en pasillos estrechos. La presión por encontrar una “solución rápida” puede terminar generando más problemas que soluciones.
La clave está en mirar más allá de las especificaciones básicas. Hay que pensar en la frecuencia de uso, los espacios de maniobra, la capacidad de carga real y el entorno donde operará el equipo. Un error aquí no solo afecta al operador, sino a toda la cadena de trabajo.
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